Como saben bien los que me conocen, me encantan los mapas: Me gusta verlos, me gusta hacerlos y me gusta usarlos para dar respuestas a preguntas complejas. Me gusta el hecho de que se pueden crear mapas sobre casi cualquier cosa. Pero seguramente lo que más me gusta de ellos es que son una herramienta única para evidenciar realidades que suelen pasar desapercibidas pero que ayudan a la comprensión de fenómenos de todo tipo.
Propongo un ejercicio: cerrar los ojos un momento e imaginar a una persona que se dedica a la ciencia y a la investigación. Con casi toda seguridad, habrás visualizado a un señor de mediana edad, con bata blanca y gafas que está haciendo “cosas” en un laboratorio o delante de un ordenador, seguramente para resolver algún problema relacionado con la salud, el medio ambiente o haciendo más eficiente algún proceso. Si he acertado no es porque seas una persona previsible, sino porque esa es (con pequeñas variaciones) la imagen que se tiene sobre los científicos.
Estos últimos años en los que apenas he mostrado actividad en esta web han coincidido con periodos de bastante intensidad, sobre todo en lo laboral. El otro día hablé de una de las actividades que más tiempo me requería, y hoy de otra de ellas: Zaragoza Accesible, el proyecto de mapeado colaborativo de aspectos relacionados con la mobilidad urbana y la discapacidad que ideé en el curso 2015-16 dentro de una cátedra de la Universidad San Jorge y en el que trabajo como investigador principal desde entonces.
El pasado martes 30 de enero de 2018 tuvo lugar uno de los días más especiales de mi vida: defendía mi tesis doctoral, marcando de este modo el fin de una etapa y, a la vez, el inicio de una nueva. Digo que fue especial no tanto porque sea uno de los mayores hitos dentro del mundo académico, sino porque tenía la oportunidad de contar la investigación a la que he dedicado los últimos 5 años (sobre todo por las noches y en vacaciones) ante un tribunal que, así se hizo evidente enseguida, había leído con detenimiento las más de 400 páginas en las que explico el proceso y los resultados obtenidos, y ante una audiencia inmejorable: rodeado de familiares, amigos, compañeros de trabajo e, incluso, alguna cara desconocida1.
A raiz del post en el que hablé sobre el Fairphone y todo el bombo y platillo que le he dado a mis amistades y conocidos, son varias las personas que me han preguntado (en persona, por correo o a través de redes sociales) acerca de él, así que en este post trataré de explicar mis impresiones personales.
La respuesta corta es que podría resumir estos 11 meses de propietario como una relación con sus más y sus menos, pero he de reconocer que la valoración global es bastante positiva y estoy convencido que el Fairphone es una alternativa a tener en cuenta para buena parte de públicos.
Por lo general siempre he tenido suerte con mis compañeros de trabajo y jefes y he podido aprender y disfrutar mucho de ellos. Hoy, Jorge, uno de esos compañeros con el que compartí tantos años de trabajo y de quien tanto he aprendido a nivel profesional y personal, deja el país para probar suerte como arquitecto en otro continente y otro hemisferio. Atrás dejará muchas cosas de las que cuestan tanto desprenderse (familia, amigos, trabajo, recuerdos.